Ñam Ñam Barcelona, Restaurantes en Barcelona

El «Bota» no siempre bota

Uno pensaría que lo que se busca en un restaurante siempre es comida. Y no es así. La relación con la comida cambia según el perfil y con él también el resto de sus intereses. Siempre que alguien me pide que le recomiende algún sitio para comer o cenar hago varias preguntas, para ver qué tipo de restaurante puede encajarle mejor a esa persona. Algunos son de los que les gusta ser vistos. Otros priman el orden y buen diseño de un local. Los pocos, quieren comer como en casa. Los raros, comer bien. ¿De cuáles soy yo? Un poco de todo, a mí me gusta estar en constante búsqueda del sitio perfecto. ¿Perfecto? Para mí, claro.

Y es que en cuestiones de restaurantes y de comida, hay de todo para todos y no todos encajamos en todos lados. Hace poco uno de los críticos más importantes de Cataluña (Pau Arenós) decía en su TWT que él no es de Street Food. Bueno, yo sí. Creo que los mejores platos vienen de la calle, del día a día y, después, los buenos chefs “pipirisnais” los traducen y los emplatan en porcelana cara y los cobran a precios estratosféricos.

Yo soy muy de servicio, me gusta sentirme bien a donde vaya, no me fijo tanto en la envoltura (aunque también). Prefiero mil veces un local austero o incluso un poco hortera, pero donde me hagan sentir cómoda y me den de comer como a los dioses (La Trifula, en Poblesec, por ejemplo).

La Trifula, en el Poblesec, es una joya piamontesa escondida a los pies de Montjuic, a un costado de la plaça de las Navas. El chef Fabrizio Marenco tiene años cocinando por el amor a la cocina, son pocos los cocineros que aún se mueven por el corazón. Hacen su propio pan, su propia pasta y tienen unos embutidos D.O. de impacto.

La Trifula, en el Poblesec, es una joya piamontesa escondida a los pies de Montjuic, a un costado de la plaça de las Navas. El chef Fabrizio Marenco tiene años cocinando por el amor a la cocina, son pocos los cocineros que aún se mueven por el corazón. Hacen su propio pan, su propia pasta y tienen unos embutidos D.O. de impacto.

Todo esto se los cuento porque para Reyes fuimos a cenar a uno de los catalogados como de los mejores restaurantes de Barcelona, el Botafumeiro, en Gran de Gràcia. Un restaurante gallego de “los de antes”, con camareros de pajarita, madera por todos los lados y las fotos de sus visitantes “ilustres” en la pared (hablando de horteradas…). ¿Y? No fue lo que esperábamos.

Se entiende que después de fiestas los camareros anden desmotivados, cansados y arrastrando los pies. Sin embargo, corresponde al maitre y al director de un restaurante como éste inyectarles energía para que terminen con decoro los últimos de sus compromisos navideños. Porque los clientes que van un 5 de enero se merecen tan buen servicio como los del día 20 de diciembre (habría que ver si ellos tampoco lo tuvieron).

Ese es el problema de poner las expectativas tan altas, que la vara con la que se medirá el servicio, la comida, la decoración, será muy alta. Y, para mi gusto, el “Bota” reprobó, sobre todo en la primera. Al final, la gente está pagando un precio promedio de 90-100 euros por persona, que no estamos hablando de cualquier cosa.

Cuando llegamos, poco antes de las ocho de la tarde, no nos quisieron sentar en ninguna de las mesas de la barra, porque estaban reservadas. Desde que llegamos, hasta las 10 que nos fuimos, todos los que se sentaron en la barra venían sin reserva, pero como eran clientes asiduos, les hicieron un lugar. Al salir, había incluso sillas vacías, que no se habían ocupado. Es trabajo de la hostess y el maitre poder satisfacer las necesidades de todos y cada uno de los clientes, sin importar si son de siempre o si son nuevos. Bueno, esa es, por lo menos, mi filosofía. Que alguien que va por primera vez podría volverse un cliente nuevo o puede tratarse de una ocasión especial, que han esperado mucho tiempo para poder darse el lujo de cenar ahí y les supone un esfuerzo pagar. Lo anterior no debe, para nada, hacer que el servicio decaiga, al contrario.

El camarero que nos atendió lo hizo siempre con prisa, olvidándose de las cosas y sin poner atención. Seguimos esperando el pan que pedimos para acompañar los quesos que pedimos de postre. Al pagar, la chica que se acercó, que nos había negado la mesa de la barra en un principio, nos ignoró prácticamente, haciéndolo todo en automático. Insisto, no es un Mc Donald’s del que estamos hablando.

¿Por qué les hablo de que cada quien busca algo distinto a donde va? Porque quizás para nosotros la experiencia en el “Bota” no fue la esperada, pero eso no quita que para otros siga siendo el mejor restaurante de Barcelona. Para nosotros, hay otros muchos sitios donde disfrutamos mucho más, pero eso no significa que a todos les guste lo mismo que a nosotros. ¿Cómo se puede entonces recomendar un sitio? Si te gustan los restaurantes como antes, el marisco fresco bien cocinado, ver y ser visto, y que te traten como te ven, entonces el Botafumeiro es para ti.

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