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Sobre el servicio

DE RONDA

Cuidar de quienes nos cuidan tendría que ser la nueva normalidad

ANA LUISA ISLAS

Todos tenemos a un mesero en nuestra cabeza, cuando alguien nos habla o pregunta sobre buen servicio. Puede ser alguien que conocemos desde la infancia, o alguien que nos ha hecho asiduos de algún restaurante o bar. Rafa es mi referente. Fue mi referente. Hace poco se cumplieron dos años de su partida. Le recuerdo seguido, siempre tenía una palabra amable y me hizo sentir escuchada y querida aun en mis peores días. Y en los suyos también, porque Rafa siempre dejaba sus problemas fuera del trabajo. Él decía que en cuanto se ponía sus tirantes, su chaleco y su moño, se preparaba para la función. ¡Qué espectáculo daba! Sin duda, el mejor.

Pensando en lo mucho que lo extraño, recordé a todos los meseros y profesionales de la restauración que han fallecido en el último año y medio. Dos de ellos trabajaban en una taquería a la que con mi familia íbamos desde que tengo uso de razón. Esos que nos llevan la comida a la mesa, nos sacan una sonrisa cuando más nos hace falta y nos enjuagan las penas, arriesgaron su vida en cuanto se les permitió volver a trabajar. No me puedo imaginar a Rafa sentado en su casa sin chambear (currar). Quizás él tampoco, por eso el cáncer que le atacó fue fulminante.

Tras años de estar acostumbrados a un ritmo prácticamente inhumano, los camareros pudieron descansar. ¡Los que pudieron! Porque muchos de ellos tuvieron que salir a la calle a ganarse la vida como fuera. Estoy segura, Rafa sospechó algo de la pandemia, y por eso se fue antes de que sucediera. En casa, le habría dado tiempo de pensar en ese oficio tan mal valorado, mal pagado y mal agradecido, como les ha dado a muchos meseros, no solo en México, sino en todo el mundo. Hay una crisis actualmente en el sector: hay pocos profesionales que quieren dedicarse a servir mesas.

¿Qué diría Rafa? Lo imagino perfecto, con su voz de fumador y su cara seria: no los culpo. A las tendencias mundiales de cuidado de la tierra se suman también las del cuidado de los seres humanos. ¡Ya era hora! En la cadena alimenticia, la deuda es enorme. Desde los campesinos, hasta los meseros. La próxima revolución culinaria, que ya se está gestando, involucra al servicio de sala y a los campos de cultivo.

San Miguel de Allende, como muchas ciudades turísticas, está en gran parte enfocada a los servicios. Por tratarse de un sitio al que la gente viene de todas maneras, se coma bien o no, te atiendan bien o no, el buen servicio se ha ido dejando en segundo plano. Si queremos un lugar en el mapa gastronómico no solo nacional sino mundial, hay que adelantarnos al resto y proteger a nuestros camareros, antes de que decidan mejor irse para otro lado. No podemos darnos el lujo de perder a joyas como Jeziel, que comandaba con honores el restaurante Cent’anni. Jeziel se fue a la playa. A él también lo extrañamos sus clientes, como a Rafa. Jeziel todavía puede volver. Desgraciadamente, Rafa, ya no.

Texto escrito para Atención San Miguel en octubre de 2021.

Actualización: Buenas noticias: ¡Jeziel volvió a San Miguel de Allende!

Para Jorge, Baldo, Rafa y Leo, mis camareros favoritos de Barcelona, a los que echo de menos cada semana.

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David Valdivia, Ana Luisa Islas (Ñam Ñam Barcelona), Carmen Alcaraz del Blanco minutos antes de entrar al aire.
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Ñam Ñam Barcelona en Gastrofreaks

David Valdivia, Ana Luisa Islas (Ñam Ñam Barcelona), Carmen Alcaraz del Blanco minutos antes de entrar al aire.

Los Gastrofreaks reciben a Ñam Ñam Barcelona para hablar de (y probar) insectos.

Hace un par de meses estuvimos en la sección #Gastrofreaks del programa Anem de Tarde , de RNE, con Goyo Prados, Carmen Alcaraz del Blanco y David Valdivia hablando y probando insectos,  tras la regulación del consumo humano de los bichos en la Unión Europea. Agradecimiento especial a Xavi Petràs, que nos dio la mayoría de los insectos que probamos, y a Roberto Ruiz, de Punto Mx, que le dio a Carmen algunos más. Denle al play y escuchen a partir del minuto 33, fue muy divertido y ¡sabroso! #ÑamÑam

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Invasión gastro en Barcelona

La convocatoria que tiene cualquier acontecimiento gastronómico en esta ciudad es de envidiar. Ya sean unas clases de ahumados de Rooftop Smokehouse, una feria de «foodtrucks» como el Van Van Market o una cata de mezcales en la nueva Miscelánea Mezcalera de Avenida Mistral, los llenos son rotundos. Siendo Barcelona una de las ciudades más importantes a nivel mundial en materia culinaria, no podía ser de otra manera. Aquí hay chefs, baristas, barristas, ayudantes de cocina, estudiantes, periodistas, turistas y glotones varios ávidos de cualquier manjar. Para fortuna de todos esos amantes de la cocina que viven en esta ciudad, hay fines de semana en que varias actividades coinciden, éste es uno de esos.

a vista de hotel

De hecho, todo empezó el pasado 2 de junio, cuando la ya esperada Semana de las Terrazas de los hoteles de Barcelona dio su pistoletazo de salida. Es ya una tradición que este acontecimiento marque el inicio del verano en esta ciudad. Hasta el domingo, se pueden degustar platos y tapas creadas especialmente para la ocasión, con la excusa de conocer los mejores panoramas de Barcino, desde lo alto. Las actividades no solamente están enfocadas en contentar el estómago (catas, masterclass, cocina en directo, paella, vermuts y mucho más), también hay talleres culturales, clases de yoga, tai chi o pilates, masajes, clases de maquillaje o para recortar la barba en casa y mucho más. Lo complicado año con año es saber elegir, pues hay tantas opciones que el tiempo se queda corto.

Otro convite que ya se ha vuelto un imprescindible es Matsuri, el Festival Tradicional Japonés, que organiza la comunidad japonesa de Barcelona. Este 10 y 11 de junio se Matsuri1celebra su quinta edición. Aquí habrá música, danza, moda, juegos tradicionales, talleres y, claro, gastronomía nipona. Cada año la programación crece y el entusiasmo por conocer esa cultura también. Ojo, que este año cambia de locación de la Plaça del Mar al Moll de la Fusta, frente al Maremagnum, sobre el Passeig de Colom.

La joya de la corona del fin de semana es, en materia gastronómica, el Tast a la Rambla, ese fin de semana en que los hurtos disminuyen considerablemente en la Rambla de RamblaNocturnaSanta Mónica, según nos confesó hace unos días Roser Torras, su organizadora (en conjunto con su equipo en GSR, la asociación de Amics de la Rambla y el Ayuntamiento de la ciudad). La denominada Semana de Gastronomía de Barcelona llega a su cuarta edición más viva que nunca. En esta edición, que inicia hoy, participan cincuenta restaurantes, bares y pastelerías de Barcelona. Además, Buenos Aires, es la ciudad invitada, con el restaurante 9Reinas como representante y algunas catas de vinos argentinos y clases abiertas al público. El año pasado se acercaron a este espacio de la ciudad 600.000 personas. Se trata de cuatro días en los que los ciudadanos barceloneses pueden probar platos de restaurantes con estrella Michelin, o sin ella, a precios de “streetfood” (4 euros por tapa).

Este año, los establecimientos se han repartido en cuatro zonas, la Cocina de Autor, laVistaColon Cocina Tradicional, Tapas y Platillos y, por último, la Isla Pastelería. En el escenario gastronómico, habrá actividades de degustación, exhibiciones de cocina en directo y actuaciones musicales. Participan restaurantes tan emblemáticos como el Caelis, de Romain Fornell, Gaig, de Carles Gaig, Semproniana, de Ada Parellada, o el Vía Veneto, de Sergio Humada; restaurantes más nuevos que se han ganado el gusto del público en un santiamén, como el Mano Rota, el Xerta, el Marea Alta, Nikkei 103, Tandoor, el Ofis o el Kao Dim Sum; así como algunos de los pasteleros más importantes de la ciudad, como Takashi Ochiai, Oriol Balaguer, Jordi Butrón o Christian Escribà. El jueves 8 y el domingo 11, las casetas estarán abiertas de las 12 a las 22 horas. El viernes 9 y el sábado 10, del mediodía a la medianoche.

Tostadas de salmón

Y por último, pero no por ello menos importante, para cerrar el día del diseño en Poblenou, se realizará una fiesta gratuita, a la que hay que registrarse previamente, elsábado 10 de junio a partir de las 20 horas en el Poblenou Urban District. “LA Party”, así se llama, será protagonizada por un espectáculo de luces de Playmodes, una intervención de arte, realizada por varios artistas, la música de varios DJs y, lo más importante, la cocina atrevida y mestiza de La Cocina Palpita, uno de los caterings más divertidos de la ciudad, y Warike, un «streetfood» peruano que está para chuparse los dedos. Lo difícil de esta semana será decidirse por alguno.

Texto publicado en el diario ABC por Ana Luisa Islas

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Ñam Ñam Barcelona cumple cuatro años

Ñam Ñam Barcelona Cuatro Años.jpg

Hoy, hace cuatro años, después de una noche de desvelo, surgió Ñam Ñam Barcelona. Comenzó como una aventura tuitera que no solamente no se ha detenido, sino que ha crecido y se ha convertido en mucho más. Este blog: www.namnambcn.com. Un instagram www.instagram.com/namnambcn y una página de Facebook.

Pero, sobre todo, una forma de ver la vida, un proyecto profesional, una manera de contar la comida tras unos lentes muy particulares. Muchas gracias por seguirnos, por leernos, por compartirnos y por darle gasolina cada día a este pedacito de la gastronomía, tan nuestro.

¡Vamos por muchos más!

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#MexicanosenEspaña

A más de un mexicano se le han caído las ilusiones al suelo cuando en un bar de tapas ha pedido tacos de atún o solomillo y le han traído trozos grandes cortados en cubos de atún o solomillo. Quizás por cuestiones semánticas, en España, a los tacos se les llaman fajitas y, a las tortillas, tortitas. La RAE y el Tex-Mex le han hecho mucho daño a nuestra gastronomía.

Hasta hace muy poco tiempo, no se concebía un restaurante mexicano sin nachos y sin margaritas. Cuando algún mexicano quería abrir un restaurante, terminaba haciendo las concesiones necesarias para poder satisfacer las necesidades de los que llevaban más de 20 años viéndolo de esa forma. Sin embargo, los mitos están cayendo y un cúmulo de razones están haciendo que platos tan tradicionales como el tuétano o el mole se hagan un rinconcito no solo en muchas cartas de restaurantes no especializados (el guacamole ya es un “must” en los bares y fiestas españoles) sino en el corazón de los comensales.

 

La Cochinita Pibil, una constante en las cartas de Madrid y Barcelona, aunque los bares no sean mexicanos. Lo cual da lugar a que a veces lo sirvan con jalapeños en lugar de habaneros.

La cochinita pibil es uno de los platos que más se ha extendido a lo largo y ancho de las cartas españolas, aún cuando no se trate de restaurantes mexicanos. La inexperiencia y desinformación puede provocar errores como el que aquí se ve, del restaurante Tapas 24, servirla con jalapeños, en lugar de chiles habaneros.

Hace alrededor de unos 20 años, se vivió un boom por la cocina mexicana parecido al que se vive ahora. La diferencia es que en aquel entonces los chefs no eran todavía portavoces de la cultura ni aparecían en anuncios de televisión. Sin embargo, se puso de moda México y su cocina, gracias a los emigrantes que llegaron a raíz de las crisis de los años 80 y 90, aprovechando el boom que había en España en esos años. Muchos mexicanos abrieron restaurantes en España (la cadena Carlos’N Charlie’s fue una importante cantera de jóvenes que luego fueron abriendo sus propios sitios, como La Coronela, en Barcelona, o La Panza es Primero, La Barriga Llena, La Mordida y La Tarasca, en Madrid), algunos de ellos aún siguen abiertos, muchos, muchísimos han sucumbido en el camino (Carlos’N Charlie’s entre ellos).

Algunos murieron por la fama, otros por malos manejos, otros lograron tal éxito que sus creadores recogieron su petate, su marmaja y se volvieron a México. Pocos siguen en pie. Algunos de esos restaurantes fueron comprados por extranjeros, que estaban enamorados de la cocina mexicana, o de lo que ellos creían que es cocina mexicana, y desvirtuaron lo poco que quedaba de las cartas originales de aquellos sitios. La cocina mexicana cayó en debacle y fue perdiendo adeptos. Más que la cocina mexicana, las interpretaciones que de ella se hacían (y se hacen) en algunos restaurantes en donde la calidad, el servicio y la comida quedaron en segundo plano, primando el negocio.

Torta y jugo de Don Polo, un clásico de la CDMX

Las Tortas Don Polo, otro clásico que empezó en un changarrito por el que nadie daba dos pesos. ¡Ah, pero cómo nos encantan sus canijas tortugas!

Si somos sinceros, justamente en México, la cocina surge al revés: cuando hay buen servicio, buena comida y de calidad, el éxito es garantía. No por nada, los mejores tacos siempre surgen de puestos de la calle que se “gradúan” gracias a su éxito y pueden acceder a un local mejor establecido: La Casa de Toño, La Fonda Margarita, Los Sopes de la 9, El Tizoncito, La Capilla (en Querétaro), La Guerrerense (en Ensenada) y un sinnúmero de etcéteras. Cualquier cosa que se aleje del buen servicio y el buen hacer, terminará por cerrar. La gente es muy exigente en México, no con sus gobernantes, pero sí con sus cocineros. Digamos que no nos venden gato por liebre, o como dirían aquí en España, jamás nos la dan con queso (sin albur).

La cosa es que cuando nos encontrábamos en un lúgubre momento culinario mexicano español coinciden cuatro hechos que han hecho que se le dé la vuelta a la tortilla (en este caso, de maíz):

La primera es la violencia que ha azotado a nuestro país, que ha ocasionado que miles de personas emigren de sus lugares de origen y se vayan a vivir al DF. En donde, antes, la cocina oaxaqueña, la poblana y la veracruzana, así como los tacos y las garnachas, eran los dioses indiscutibles, aparecieron los mariscos de Sinaloa, las tortas ahogadas, los tacos estilo Ensenada, las hamburguesas norteñas, los pescados zarandeados, los burritos, el brisket. Nos dimos cuenta que algo pasa más allá de Querétaro y que es delicioso. No podemos atribuirle por completo los movimientos internos de la República al narcotráfico, ni la necesidad de la gente de innovar e introducir exquisiteces al inexperto paladar chilango, pero han coincidido ambas situaciones. Lo que antes solo se podía probar en una camioneta en Ensenada o en Todos Santos, se consigue actualmente en el DF.

La segunda es que en 2010, la cocina de Michoacán (sí, solo la de Michoacán), gana el reconocimiento de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. A partir de ahí, gobierno, mexicanos, empresarios, cocineros, todos se cuelgan la medalla y deciden promocionar la verdadera cocina mexicana. Y claro, el mundo gira la cabeza. Aunque, primero la giran los mexicanos, que éramos los primeros despistados pidiendo nachos en los changarros mexas de este lado del charco. Lo curioso es que si nos preguntan qué se come en Michoacán, a menos que sean de ese bello estado, pocos mexicanos pueden enumerar más de dos platos. En la defensa de todos, la base de la cocina michoacana son los productos de la milpa y se replican a todo el país: maíz, frijol, chile, calabaza. Y lo más alucinante es que es la misma desde hace varios siglos. ¡Ahí es donde todos los cocineros extranjeros se quedan de a cuatro!

 

Tuétano del Palacio de los Palacios en Polanco

Así como en México el tuétano ha dejado de ser un plato de segunda para incursionar en las cartas de los restaurantes «pipirisnáis», como éste, del Palacio de los Palacios, así también en España se puede encontrar en restaurantes con estrella Michelin, gracias a renombrados chefs. ¡Todo el mundo está loco por el tuétano!

Por ello pasamos al tercer acontecimiento. La curiosidad de los chefs españoles, con fama mundial, les hace poner sus ojos (¿bocas?) en la cocina mexicana. Desde 1998 Ferran Adrià, uno de sus máximos admiradores y uno de los cocineros más conocidos a nivel mundial, incluye un guacamole “deconstruido” que se sirvió en El Bulli en su libro “70 platos nuevos y ligeros para el verano”. El chef catalán ha visitado nuestro país incontables veces, por curiosidad y por trabajo, muchos de ellos de la mano de su hermano, Albert Adrià. La influencia de José Andrés, chef español de gran fama en Estados Unidos, también es importante, pues él, al estar tan cerca de los mexicanos de sus cocinas, conoce a los tacos de primera mano, sin nachos ni historias. Abre, por ello, varios restaurantes mexicanos en el gabacho, hace varios años, y, además, les cuenta a sus paisanos que acá abajo del Río Bravo está pasando algo y que ellos están dormidos en sus laureles. El resto es un no parar, otros chefs, como los Roca, realizan giras latinoamericanas, visitan congresos como el Riviera Maya Food & Wine Festival, y regresan de México para incorporar platos a sus cartas que ahora se encuentran en las de muchos restaurantes: tuétano, mole, ceviches mexicanos, tacos de pescado y más.

A la par, cocineros mexicanos con experiencia internacional (en cocinas de primer nivel) decidieron dejar los nachos para los gringos y abrir restaurantes que tienen su origen en las cocinas de los pueblos mexicanos y en las técnicas más tradicionales, puestos al día y pensados para el paladar español. Roberto Ruiz, de Punto Mx, fue el primero en saltar a la fama; le siguió Paco Méndez, apadrinado por los Adrià, en Hoja Santa. Ruiz lo hizo, de cierta forma, por el camino “mexicano”, ofreció calidad, novedad y servicio y el éxito le cayó como premio al esfuerzo y a la constancia (¡su suegra le llevaba los molcajetes en la maleta!). Para Méndez, su constancia también fue clave, pues gracias a un par de pasantías que realizó en El Bulli, y su insistencia en preparar cocina mexicana para sus compañeros, siempre que le tocaba cocinar, se ganó el cariño de sus jefes (ya de por sí enamorados de la cocina mexicana).

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La virgen de Guadalupe, no podía faltar, en el restaurante de comida mexicana contemporánea, Oaxaca, en el centro de Barcelona.

El éxito de ambos es indiscutible, no solo por el reconocimiento de la preciada guía Michelin, sino también por el público, que tiene hambre de probar más y más de lo que se come en México. También les han seguido empresarios y cocineros españoles, admiradores de nuestro país, así han surgido Mextizo de Adrián Marín, o Oaxaca, de Joan Bagur, en Barcelona. Lo interesante es que el tema no se queda solamente en los platos, se ha expandido al furor por el mezcal, por la pastelería mexicana, por las tortillas y otros ingredientes (como la chía o el amaranto), por la milpa (asociación precolombina, que le llaman), los helados y un largo etcétera.

No se puede decir qué fue primero si el huevo o la gallina. En realidad, ha sido todo un cúmulo de casualidades y de trabajo conjunto lo que ha hecho que la cocina mexicana sea una de las más apreciadas no solamente por los chefs españoles más reconocidos a nivel mundial, sino también por el público de a pie en España. Tal es el boom que hay algunos que se están subiendo al carro de la fama y están abriendo restaurantes a diestra y siniestra que siguen arrastrando los problemas de antaño: mala calidad de producto, desconocimiento de la cocina, “money, money, money”, aprovecharse de los jóvenes mexicanos que emigran para pagarles mal y por abajo del agua. Sin embargo, la competencia es buena y la porquería cae por su propio peso. Sushis, pizzas y paellas malas hay en todo el mundo.

La evolución natural a continuación es la que se ha producido (y se sigue produciendo) en los restaurantes italianos y japoneses a nivel mundial: de encontrar en un restaurante un guiño de un poquito de todo lo que ofrece el país, se pasa a restaurantes especializados en un plato, un guiso o una región, así como a interesantes apuestas por el mestizaje culinario. Es decir, pasaremos de encontrar en un restaurante mole, tacos Ensenada y burritos norteños, a encontrar taquerías y garnacherías chilangas, restaurantes estilo Sinaloa, pozolerías, “food trucks” de tostadas estilo la Baja, o taquerías y cevicherías mediterráneas, como ahora podemos encontrar restaurantes de ramen, de baos, buns, sushi, tepanyakis o temakis con foie. Sí, son buenas noticias para todos los mexicanos que vivimos por estos rumbos; excelentes para los españoles que quieren descubrir qué se cuece por allá. ¡A darle que es mole de olla muchachos! ¡Pa luego es tarde!

Para resaltar el interesante trabajo que nuestros paisanos están haciendo por estos lares, estamos cocinando una serie que lleva el nombre de este artículo. Hablaremos de los estrellados pero también de los que apenas están logrando despegar. Próximamente.

Texto publicado en Munchies en Español, como parte de la serie #MexicanosenEspaña:

https://munchies.vice.com/es/articles/mexicanos-en-espana-de-la-fajita-al-mixiote-pasando-por-el-pambazo

Fe de erratas: Pedimos una disculpa a las personas afectadas porque anteriormente este artículo decía que la cochinita pibil con jalapeños era del Tlaxcal, cuando en realidad es del Tapas 24.

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El vestido de los mil colores

Es tanto lo que influye en que un restaurante nos guste que cuando alguno de ellos desaparece, es como si se muriera una pequeña parte de nosotros. Gracias Bread & Circuses por tanto. Extrañaremos tus bocatas de roast beef y tu vermut casero.

Es tanto lo que influye en que un restaurante nos guste que cuando alguno de ellos desaparece, es como si se muriera una pequeña parte de nosotros. Gracias Bread & Circuses por tanto. Extrañaremos tus bocatas de roast beef y tu vermut casero. *Nos avisan que las chicas simplemente cambiarán de local. Yeah!

Sí, como no quisimos quedarnos detrás, hemos decidido escribir un post acerca del vestido dorado y blanco (porque es dorado y blanco, ¿no?). En fin, como la visión, como el vestido de cada uno (negro con plateado, azuloso con naranja o cualquiera de las combinaciones que les agraden), es el espectro que busca cada quien en un restaurante. Sí, parece muy tirada de los pelos la explicación, pero es así.

Ya hemos hablado de este tema en otras entradas, pero nos gustaría ilustrarlo con un par de anécdotas, la primera es un pequeño cuento (ejercicios por los que nos estamos aventurando últimamente) y la segunda es una mini reseña de uno de los locales estrella del barrio de Sant Antoni, en Barcelona, el Bar Calders.

«Siempre se había preguntado el poco sentido que tenía una cerveza sin alcohol. Del café, ni hablar. Una cerveza refresca, pero también relaja. Como diría Arturo San Agustín, aunque él lo dice al hablar del vino, te hace ver el mundo a colores. Sin él, sin ella, todo es en blanco y negro.

Una cerveza sin alcohol es como aquel que adelanta su reloj para llegar antes al trabajo o quien masca un chicle para no fumar o quien se hace una paja para no coger (o más bien, por no poder coger…). Es naive pensar que la conversación, la refrescada y la comida ayudarán a olvidar que se ha pedido una cerveza sin alcohol. Sin duda no. La simple cara de reprobación del camarero, el acompañante o la gente de otras mesas lo haría imposible.

Ni el más laxo de memoria RAM lo olvidaría. Cada maldito sorbo será un recordatorio de la infamia, del agravio. Como lo será también cada minuto extra que «le gané al reloj». Nunca fui de las que llegó a tiempo. Ni siquiera cuando adelanté mi reloj».

Al ojo del amo engorda el caballo

Los fideos que ponen en el Calders con la bebida son lo más, sobre todo cuando te tropiezas con un cacahuate. Bar Calders es de los pocos sitios en Barcelona en donde te ponen, sin cobrarte, un pequeño detalle para comer con la bebida. Eso dice mucho de quiénes son y de cómo es que han llegado a serlo.

A mí una de las cosas que siempre me sorprende de este lugar es que siempre (en los servicios) está alguno de los dos dueños. El señor (un don muy buena onda) o su hijo (el de gafas). Eso, me disculpa todo el mundo, dice mucho y hace mucho por el sitio. Es innegable, nadie, nadie, nadie, cuidará mejor de tu negocio que tú. Nadie le tendrá tanto amor ni tanto respeto. Porque a nadie le ha costado tanto como a ti. Y eso, se nota.

El dueño de un local jamás le cerraría las puertas a nadie al diez para la hora del cierre. Jamás. A menos que sea de esos dueños yuppies que siempre lo han dado todo por sentado (porque se los han dado). El resto (la gran mayoría) tienen muy claro que los clientes son lo más importante de un restaurante. No hay de otra. Sin ellos, no eres nadie. Pregúntenle a todos esos que han ido cerrando poco a poco (jubilaciones adelantadas).

A pesar de las nuevas aperturas, Calders sigue ostentando la corona de rey absoluto de la calle Parlament. Le siguen Els Sortidors del Parlament, Vinito (hostia su página web jajaja), Cometa, Taranna (qué nombre más complicado) y la Xalada. Calders llegó, le quitó el sitio a la Federal y ya nunca se lo devolvió. Olé tú. Y no es que Calders tenga mejor producto que ninguno de los anteriores o mejor cocina. De hecho, hay algunos de sus platos que dejan mucho que desear (sus patatas chips «anachizadas» son una mierda pinchada en un palo). Tienen otros, claro está, que son bastante buenos (como sus ensaladillas rusas) y la mayoría del resto son buenos a secas.

Detalles mexicanos en el Cometa

Detalles mexicanos en el Cometa

Los desayunos del Cometa aún se salvan. Su decoración, en definitiva, es de nuestras favoritas en Barcelona. Miren qué colores.

Los desayunos del Cometa aún se salvan. Su decoración, en definitiva, es de nuestras favoritas en Barcelona. Miren qué colores.

Sin embargo, sin lugar a dudas, su dedicación por el cliente, aún en los momentos de mayor estrés, es de admirar. Y, si se compara con el resto de los locales de la calle, en eso nadie les gana. Prefiero sentarme con la espalda de otro justo al lado para beberme una Paulaner con fideos y cacahuetes aquí que soportar a las camareras hipsters del Cometa. «La máquina de jugos está desconectada. Pero si son las 8 de la tarde. Pues sí pero hay que lavarla y ya lo hemos hecho»…

Pues eso, que como el vestido, para gustos, colores.

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Ñam Ñam Barcelona, Dónde nacimos

Desde dónde y desde cuándo

Hace ya unos años que las profesiones no pueden describirse con una sola palabra. Publicista, cocinero, consultor, periodista o incluso médico se quedan cortas para describir todo lo que hacemos y en lo que nos hemos especializado (convertido). Son los tiempos que corren, dicen. A mí todavía me cuesta definirme. Soy periodista. Sí, hago entrevistas, manejo mis fuentes (nuevas tecnologías, gastronomía), puedo escribir un artículo sobre un tema del que nunca he oído antes en un santiamén. Sé priorizar la información y realizar reportajes. Puedo usar una cámara, de vídeo y de fotos, editar, hacer podcasts y vídeos. Casi nada.

Por gusto, y circunstancias laborales adversas, sé manejar las redes sociales, crear una marca en línea y dar seguimiento a la reputación online de una empresa o persona. Supongo que es parte de mi vena periodística. Sé dónde buscar y sé conseguir información. Me gusta. Creo que las redes sociales están marcando el paso en el cambio actual, me gusta formar parte de ello, y hablar de ello. He impartido tres seminarios sobre Twitter para periodistas para el Máster de Periodismo BCNY de la Universidad de Barcelona y la Universidad de Columbia.

Y no, no vivo de eso, no me alcanza. Soy una maitre en ciernes. Me gusta mucho la hostelería, soy una perfeccionista y una apasionada del sector. Creo que no hay mejor halago que recibir a gente en casa, lo pase bien y decida volver, e incluso paguen por ello. Amo cocinar, sé el trabajo que hay detrás de un plato en cualquier mesa. Adoro comer bien. Me saca de quicio el mal servicio, el dar las cosas por sentado y que un cliente se vaya insatisfecho por algo que mi equipo pudo hacer mejor.

Creo además que, como me dijo un colega, a los camareros nos deberían de dar una maestría en sociología. Nuestro comportamiento en una mesa dice mucho de nosotros. Me apasiona descubrir los entrecijos de la raza humana a través de cómo satisfacen una de sus necesidades más básicas. Para los observadores, ser camarero puede servir para perder la fe en la humanidad o para recuperarla, según el cristal con que se mire, solo falta enfocar bien. A mí me relaja mucho jugar el juego de adivinar qué tipo de cliente tengo enfrente e imaginar el tipo de atención que necesita. Y dársela. Y acertar. Lo disfruto. Incluso lo echo de menos y lo necesito cuando no lo hago.

Llevo más años trabajando en la hostelería que en el periodismo. ¿Qué me gusta más? Los dos, mejor aún si van juntos. Soy periodista gastronómica. La cocina la aprendí de mi madre. No sé si un pescado está pasado o si una salsa está aguada. Sé si sabe bueno o no. Me gusta disfrutar cuando como y eso pocas veces depende solo de la comida. No descanso nunca, soy muy observadora. Ir a comer fuera para mí es un placer, pero es también un no parar, por eso también me gusta quedarme en casa y cocinar para mis amigos. Soy una esponja que aprende lo bueno y descarta lo malo. No hace falta ser un experto en gastronomía para saber cuándo una experiencia gastronómica fue satisfactoria y cuándo no. Insisto, va mucho más allá de la comida.

Cocinando

Una de las cocinas más agradables en donde me ha tocado cocinar, en la comunidad de Ixtapaluca, Estado de México, para voluntarios de Techo México.

Tengo el privilegio de ser mexicana. A mí nadie me ha contado la experiencia de comer tacos afuera del metro, de probar tlayudas en el mercado o de cocinar junto a las mayoras oaxaqueñas. Me crié por cuatro mujeres espectaculares, tres de ellas de Oaxaca (Mine, Viole y Margot). La cuarta, mi mamá, es una apasionada de la cocina, de hacer fiestas en casa y de comer bien. No hay escuela que pueda enseñar eso.

He trabajado en España como consultora de México en dos ocasiones, una para una empresa noruega, Schibsted (Infojobs, Segundamano), la otra para grupo Sagardi, con motivo de la apertura de su restaurante Oaxaca en Barcelona. Me gusta descifrar a mi país y su cultura al intentar explicarlo. Lo vengo haciendo desde hace tiempo, he trabajo cinco años en diferentes restaurantes mexicanos en Madrid y Barcelona. Me alegra saber que los burritos y los nachos tienen las horas contadas. El mundo no sabe de todo lo que se ha perdido.

Amo la historia y amo México, pues me han hecho quien soy. Sin embargo, creo que el lugar perfecto para vivir es ese en el que decidimos vivir. Sea el que sea. Tengo mucho que contar y no tengo miedo de decir lo que pienso. Creo que mi viaje apenas está empezando, que aún me falta mucho por probar y por escribir. Soy una optimista (quizás un tanto hedonista) pero estamos aquí para disfrutar, ya sea comiendo en El Celler de Can Roca o engullendo un taco de chorizo con nopales en una comunidad paupérrima del Distrito Federal. La vida me ha dado mucho, trabajo cada día por dárselo de vuelta.

A veces me atormenta pensar que el mundo de la gastronomía es muy elitista y no todos pueden acceder a él. Falso. Todos necesitamos comer. La cocina nace de una necesidad básica. Los mejores platos se hicieron con lo que había en la nevera, en la cueva o en la barca. Una buena comida depende muy poco de que esté hecha con ingredientes premium. Mis comidas más memorables tuvieron mucho de insalubres, mucho de amor y pagué por ellas con la misma moneda. Amor por amor. Escribo de comida, eso no significa que reseño estrellas Michelin. Lo más estrellado que he reseñado fueron los huevos rancheros que me desayuné esta mañana.

Escribir sobre comida es escribir sobre las personas, las que la crearon y las que se la comieron.

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Ñam Ñam Barcelona, Dónde nacimos

Un dos tres, probando, probando

La curiosidad por la comida nació de la necesidad. Digamos que la necesidad, para mí, fue un primer escalón hacia la apertura gustativa. Ya hemos hablado de la pérdida de tiempo que me parecía sentarme a la mesa. Se trataba de una necesidad que podía (y debía) tramitarse rápido y perdiendo la menor cantidad posible de tiempo, para poder volver cuanto antes a otras actividades que merecían mucho más la pena: jugar quemados, dibujar, bailar Baltimora por toda la sala.

Hay invitaciones que no se deben nunca de rechazar. Pasar la Navidad en casa de una familia vasca es una de las mejores experiencias que uno puede vivir: gastronómica y humana. Este, el cierre de mi segunda Navidad en Irun. Alfredo Oronoz es uno de los mejores cocineros que conozco. Eskerrik asko!

Hay invitaciones que no se deben nunca de rechazar. Pasar la Navidad en casa de una familia vasca es una de las mejores experiencias que uno puede vivir: gastronómica y humana. Este, el cierre de mi segunda Navidad en Irun. Alfredo Oronoz es uno de los mejores cocineros que conozco. Eskerrik asko!

Esa misma necesidad de recargar energías que me sujetaba a la mesa cuando niña (en muchos casos representada sobre todo en la mirada inquisidora de mi padre), me hizo buscar asilo en casas de amigos de amigos en mi primer viaje a Europa. Cuando se llevan varios días comiendo hamburguesas de un euro y bocadillos de aire, cualquier persona con tres dedos de frente agradece un buen plato caliente. Y por más que fuera solo un trámite, no dije nunca que no a invitaciones a casas o restaurantes. Pero claro, la caridad tiene un precio. Y ese precio se paga. En el lenguaje de los hambrientos y los proveedores de víveres, ese precio se traduce básicamente en comerse todo lo que te pongan en el plato. Yo te alimento, peeeeeerooooo, tienes que dejar la vajilla impoluta.

El hambre es canija y puede hacer que hasta el más remilgoso pruebe algo que siempre ha rechazado. El que invita, seguramente movido por la necesidad de que el turista (el hambriento) se lleve una buena impresión de su casa, ciudad o país, hará maravillas. Maravillas que la mayoría de las veces, en cualquier otra circunstancia, el hambriento habría rechazado sin chistar. No esta vez. Pato, ostras, bacalao, callos, erizos de mar, jabalí, corazón de ternera, rabo de toro, canguro, cocodrilo e incluso grillos (saltamontes), lo que haga falta para saciar el hambre.

Y mientras más pruebas, más crece la curiosidad. Y más te pide el paladar. Navajas, berberechos, codillo, anguila. ¡Ñam ñam! ¿Algún truco? Dejarse llevar, cerrar los ojos, quitarse las ideas preconcebidas de la cabeza y lanzarse al ruedo como gorda en tobogán. ¡Saborear!

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Ñam Ñam Barcelona, Dónde nacimos

De la cocina a la hoja

Alguien que se jacte de escribir sobre cocina debe tener, sobre todo, aunque sin que sea algo exclusivo, curiosidad. El que siempre pide patatas con pollo a la plancha o quien está continuamente en un régimen estricto que le impide probar cosas nuevas, tendrá que verse excluido de la posibilidad de escribir sobre gastronomía. Sorry, next time!

A menos, claro, que a alguno de ustedes les interese leer textos incontables acerca de la manera correcta en que las papas se deben lavar, pelar, cortar, freír, servir, salar… Luego, claro, cabría también la posibilidad de leer sobre lo tierna que debe ser una pechuga (de pollo…), los tipos de ave, colores, sabores, que si al carbón, que si a la plancha o cocida, que si la alimentación del pollo y sus respectivos etcéteras. Es decir, leer sobre toda esa infinidad que un único plato nos permita alcanzar.

Sí, el pollo de las mesas barcelonesas es la burrata. No hay carta en donde no la encontremos. El reto es servir una burrata que no solo sea buena, sino que sea original. ¿Difícil? Lolita Tapería lo logra.

Sí, el pollo de las mesas barcelonesas es la burrata. No hay carta en donde no la encontremos. El reto es servir una burrata que no solo sea buena, sino que sea original. ¿Difícil? Lolita Tapería lo logra.

¿Aburrido? Quizás no, puede ser que la persona, a pesar de lo poco imaginativa a nivel gustativo, sea una eminencia con la pluma, tenga un humor que sorprenda y nos saque incluso algunas carcajadas hablando de alitas de pollo (tendría que ser sobre alitas, siempre dan un juego especial a la hora de narrar sobre ellas…). Sin embargo, hay que ser honestos, la riqueza del lenguaje, se enriquecerá también con la riqueza de los ingredientes, platos, técnicas, historias detrás, y demás. Crecerá la prosa gracias a esa alegre variedad que acompaña, por defecto (o no), a la curiosidad.

Con los años, la curiosidad se retroalimenta y exige nuevos y mejores sabores, nuevas sensaciones que le ganen a la anterior. Nuevas historias que contar para ampliar el repertorio. Si siempre decidimos qué comeremos al mirar la carta de un restaurante, siempre terminaremos pidiendo lo mismo, lo conocido, el terreno dominado. No está mal ser catador de clásicos: hamburguesas, arroces con leche, ensaladillas rusas, pero por qué limitarse cuando hay tanta diversidad y tantísimo de lo que escribir allá afuera.

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Introducción a la cocina

¿Por qué comida? No lo sé, cuando era niña no me gustaba sentarme a la mesa. Me parecía una pérdida de tiempo. Sentía que gastábamos en la mesa tiempo valioso que podríamos estar gastando en otras cosas más importantes. Curioso porque a veces pienso, ¿qué era lo que me parecía más importante en aquel momento? Cantar, bailar, leer, no estar en la mesa. Podía quedarme horas en la mesa, sin comer, pero siempre encontraba alguna excusa para levantarme. No me gustaba comer. Odiaba casi todos los platos. Hubo un tiempo, incluso, en que me dio porque no me gustara el arroz.

Blue Pizza

El placer de sentarse ahora a la mesa es, por demás, infinito. Depende la mesa, claro. Ésta, es una de esas: Blue Pizza, Barcelona.

Y sin embargo, siempre me gustó cocinar. Desde pequeño uno empieza con algunos platos sencillos. Huevos revueltos con jamón: fácil. Sándwiches: fácil; para ir cada vez explorando nuevos horizontes. Pasta, primero planeada, luego “con lo que haya”. Los primeros retos. Hay que armar algo decente con lo que se encuentra uno en el refrigerador. Habrá días de suerte, que lo que hay está ahí justamente para que armes ese plato que ya te sabes de memoria. Habría días de mala suerte: una lata de atún y una guindilla. Beat that!

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